SIN MAMÁ: historia de una madre italiana

by | Dec 8, 2022 | Argentina, Buenos Aires | 0 comments

Argentina


La storia di una madre raccontata dal figlio


di Tano Murr

No hay nada más hermoso que una madre italiana. “Bella, comm’a na mamma ca prega“, describe en su canción, Sergio Bruni. Todos pensamos (en el mejor de los casos), que nuestra madre es la mejor. Es un vínculo sagrado, un lazo indestructible. Que va más allá del tiempo y del espacio. A fuerza de ser autorreferencial (no soy periodista ni puedo escribir sin estar involucrado), tengo que hablarles de mi mamá. Que ojalá sea el reflejo de muchas madres italianas. Yo creo que sí lo fue. Me tocó perderla hace muy poco. Ella fue quien me conectó con la italianidad desde muy chico. Espero poder describirla con alegría. Por que ese era su carácter. “Mamma, ma la canzone mia piú bella sei tu. Sei tu la vita e per la vita non ti lascio mai piú”.

Mis padres en un auto camino al Registro Civil
Mis padres en el Kaiser Carabela de mi abuelo camino al Registro Civil. Autor: Tano Murri.

Blanquita

Mi mamá se llamaba María Blanca Gandolfo. Hija de sicilianos, nació el 7 de diciembre de 1936 en Montevideo (Uruguay). Todo el mundo la llamaba “Blanquita”. Cuando era chica era fanática del cine y el ballet. En su infancia era habitual que en las reuniones familiares se parase a cantar sobre una mesa. Cuando era más grande quiso ser bailarina, su padre José se lo prohibió. Se dedicó entonces al “Corte y confección”. Primero lo hacía desde su casa. Y después para “Casa Balam”, de una familia búlgara. Para sus quince años le regalaron un combinado Phillips. Allí sonaban los discos de pasta de mis abuelos. Pero también los de Giacomo Rondinella y Bill Haley y sus Cometas.

Con mi madre en la Patagonia
Con mi madre en la Patagonia. Autor: Tano Murri.

Club Friulano

Como se estilaba en la época, los bailes eran en clubes italianos. Ahí se reunían paisanos de todas partes. En el salón, esperaban las chicas al lado de sus madres. Atrás jugaban los hombres a las bochas. Corría el año 1957. Allí se conocieron mis padres. Al ritmo del tango “Barro” en la voz de Alberto Morán. El resto es historia. Una historia de 62 años de amor. Se comprometieron el 19 de mayo. Y se casaron dos años más tarde. Y hasta casi el final nunca dejaron de bailar. Tango, jazz, rock. Tuvieron también hasta no hace mucho una nutrida vida social. Los fines de semana o recibían visitas o las hacían. O iban a cenar a algún lado. Cuando yo era chico los cumpleaños, Pascuas, Navidades eran multitudinarios. Música, comida y baile infaltables. Me llevaban a ver jazz al sótano del Tortoni. O a divertirme con Les Luthiers.

Espiritual, la mamma Blanquita

Mi madre era una mujer profundamente espiritual. Sabia, paciente, risueña. Nunca levantaba la voz y jamás se quejaba. Teníamos entre los dos una complicidad y un amor que muchos se la sueñan. Excelente cocinera, era uno de sus tantos modos de demostrar afecto. Lo disfrutaba. Podían ser unos canelones, ñoquis, pollo al horno con papas, pizza, sus míticas milanesas o ravioles. Con secretos ancestrales en sus estofados. Pero amaba la repostería. Sus tortas eran memorables. Se las regalaba a todo el mundo. Yo era malcriado tangencialmente y siempre recibía un bol con lo que quedaba del chocolate y el dulce de leche. Cocinaba por la noche por que le gustaba estar tranquila. La acompañaban Liliana o Rosita. Dos de sus grandes amigas.

Senza Ultima
Mis padres bailando jazz. Autor: Tano Murri.

La mamma eterna

Para mi, sin dudas, es una Santa. Mucho más cercana y real. Tuve el enorme privilegio de que ella sea mi madre. No puedo resumir en una sola nota quien era. Ni lo que siento. Querida por todos. Quien la conocía la quería. Fue también una gran amiga, abuela, madrina, tía, etc. Anteponiendo siempre a los demás. Por un buen tiempo no voy a poder volver a escuchar música italiana. O volver a ver las series y las películas de la Mafia que ella amaba. Ya no habrá domingos con el olor a tu salsa, tu voz cantando en italiano. Te abrazo fuerte. Te amo vieja.